Número de Registro: 13-1103 | |
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Objeto: | Figurilla |
Creador: | María Luisa Díaz Jorquera |
Institución: | Museo de Arte y Artesanía de Linares |
Fecha: | ca. 1960 |
Ficha de registro
Identificación
Institución
Museo de Arte y Artesanía de Linares
Número de registro
13-1103
Nº de inventario
300-3143
Clasificación
Arte - Artes Populares y Artesanía
Colección
Cerámica
Alto 10.3 cm - Ancho 19.2 cm - Profundidad 12.2 cm
Descripción
Escena de cerámica policromada brillante correspondiente a un confesionario con estrella dorada en el techo. En el interior, el cura viste con sotana y bonmete. En la ventanilla derecha mujer hincada. Pelo tomado, manos a los lados de la cara y vestido rosado. En la ventanilla izquierda mujer de vestido celeste con las mismas características. Delante de ella, mujer hincada de dos trenzas y vestido rojo con libro abierto en las manos. Sobre el confesionario personaje alusivo al diablo, cuerpo negro, traje rojo, cola, cachos y tridente apuntando hacia la mujer de celeste.
Estado de conservación
Regular
Contexto
Centro artesanal
Área geográfica
Chile
Fecha de creación
ca. 1960
Historia de propiedad y uso
Colección acopiada por el profesor Carlos González Vargas.
Historia del objeto
Carlos González comenta que con la cerámica de Talagante “nos tiramos pa´atrás” (sic) hasta llegar a la historia de las Monjas Claras: “Estamos hablando de principios de 1900. Las monjas hacían figuras que mandaban a vender en las navidades a la feria que se hacía en la Alameda. De pronto recibieron la orden perentoria de que no podían tener sirvientes viviendo en el convento. Eso significó la gente que trabajaba con las monjas claras se dispersó. Algunos se fueron a Melipilla, otrao a Talagante. Así se origina la tradición del trabajo de la cerámica en algunas de ellas, que habían visto trabajar a las monjitas y sabían como hacer las pastas. Las monjas claras tenían una tradición alfarera, ellas perfumaban las gredas y la gracia está en que esas gredas perfumadas tenían un aroma a rosas exquisito. Los trabajadores del convento que vuelven a sus tierras se llevan consigo una tradición aprendida con las monjitas. Mantuvieron el elemento figurativo, el pequeño formato, el colorido... pero perdieron el perfume.” La tradición alfarera en Talagante tiene un fuerte carácter genealógico, acota: “Es una tradición familiar, más particular que colectiva. Eso también la ha hecho más escasa. El primer contacto lo tuve en los anos 50 conocí de casualidad a la Señora Luisa Jorquera a quien visitaba cada tanto. Sus hijas, Olga Díaz y María Luisa Díaz Jorquera son las continuadoras de un oficio familiar que se ha desarrollado por más de cinco generaciones”. Se emociona al recordar su impresión al conocer la manifestación locera de Talagante: “Fue una cosa curiosa, yo estaba acostumbrado a la cerámica del sur, en mi casa usábamos cerámica mapuche como utensilios domésticos. Me fui encariñando con la cerámica de y traté de conocer mas gente que la trabajara en distintos lugares. Me llamó la atención la policromía. En cuanto pude comencé a comprar y me regalaron también piezas”. En cuanto a las innovaciones, agrega: “Los colores de la cerámica de las monjas eran con tierra de color, posteriormente se comienza a usar pintura de fábrica, esmalte. Para que durara más para que adquiriera brillo, es lo que gusta y lo que la gente compra. Talagante tiene un sentido comercial es decorativo no utilitario. Es una zona del folclore, de tradición, de la cocina de campo, de la empanada, de la chicha… Carlos González finaliza: "Son representaciones de la tradición de lo chileno inspiradas en su entorno”.
Gestión
Adquisición
Forma de ingreso
Donación
Procedencia
Carlos González Vargas
Fecha de ingreso
2013-04-03
Registradores
Lorena Cordero Valdés , 2014-01-09