El amor furtivo

La pintura representa la imagen de un Cupido en un bosque mirando una escena de manera furtiva. Cupido se representa generalmente como un niño alado, con los ojos vendados y armado de arco, carjac y flechas. Esta representación sigue los cánones helenísticos y romanos. Su equivalente en la mitología griega es Eros y en la romana, signado como el dios del deseo amoroso, por lo que Cupido significa en latín el deseo. La versión más extendida, señala que Cupido fue hijo de Venus (Afrodita) y de Marte (Ares), esto según el poeta griego Simónides de Ceos (c.556 a. C. – c. 468 a. C.).
Cupido, según el mito, habitaba en los bosques, donde fabricó un arco con madera de fresno, y flechas de ciprés. Tiempo después, Venus le regaló un arco y flechas de oro. Las flechas eran de dos especies: unas tenían punta de oro, para conceder el amor, mientras que otras la tenían de plomo, para sembrar el olvido y la ingratitud en los corazones. Juega y molesta a las amantes de Júpiter (Zeus) y juega con las armas de Marte. Es quien tienta a las ninfas, para que se entreguen carnalmente a los dioses y sátiros. Por ello fue castigado por sus acciones contra Diana y Minerva, diosas que representan la castidad. En los relatos mitológicos es un personaje secundario en la participación de historias y la literatura de este género.
Cesare Ripa (1555-1622) lo representó como un muchacho desnudo y alado, en relación al amor victorioso en su Iconología de 1593. Un ejemplo de esta representación está presente en las pinturas de Caravaggio. Ripa de la misma manera lo representa de la manera tradicional, con arco y carjac, como una antorcha apagada, que representa el amor domado.
Después del Renacimiento, la figura de Cupido se confunde con los putti y con los querubines, un ejemplo es la pintura de Rafael, La Madonna Sixtina. El Rococó lo convirtió en un niño mofletudo.