Número de Registro: 76-228 | |
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Objeto: | Kafishatu |
Cultura Arqueológica: | Mapuche |
Institución: | Museo de Arte Popular Americano, Universidad de Chile |
Ficha de registro
Identificación
Institución
Museo de Arte Popular Americano, Universidad de Chile
Número de registro
76-228
Nº de inventario
79
Clasificación
Antropología, Arqueología y Etnografía - Textil, Vestuario y Adornos
Colección
Platería Mapuche
Descripción
Pieza de plata y cuero curtido que forma parte del enjaezado del jinete mapuche. Esta se compone de cuatro trawal istipu, un trozo de cuero curtido que pasa entre estas piezas y que presenta remaches en relieve, muy cerca de los trawal istipu. Estos tramos de cuero curtido y Kafishatu se encuentran unidos en dos tramos de la pieza por un adorno de plata forjada, trefilada y cincelada con un diseño de dos caballos unidos por su cuerpo con cabezas en direcciones contrarias, los cuales presentan en cincel detalles en su cabeza. Entre las dos patas presenta un apéndice inferior que termina en un círculo. En otro tramo de la pieza se une a través de una hebilla de plata, de igual forma decorada por cinceles en su apéndice con cuatro curvas. En esta placa la decoración presenta diseños curvos y ovalados. A la altura de la hebilla y entre dos trawal istipu, pende una cadena de pequeños eslabones circulares que presenta en su centro una placa decorada con diseño en siete puntas con decoración lineal cincelada.
Estado de conservación
Regular
Contexto
Área geográfica
Chile
Historia de propiedad y uso
Hacia fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX emerge un importante mercado de objetos indígenas, impulsado por comerciantes y coleccionistas que pudieron acopiar grandes volúmenes de piezas, especialmente de plata, a causa del empobrecimiento del pueblo mapuche por el asedio del Estado chileno en el periodo post-ocupacional de la Araucanía, y el contexto de las reducciones.
En este grupo se encuentra uno de los coleccionistas más reconocidos del periodo, Pedro Doyharcabal, comerciante de origen vasco-francés establecido en Cholchol el año 1893, quien obtuvo y agrupó durante más de treinta años diversas e invaluables piezas de platería mapuche, entre otras tipologías, conjunto que en 1946 fue adquirido por la Universidad de Chile, para ser incorporado al MAPA.
En este grupo se encuentra uno de los coleccionistas más reconocidos del periodo, Pedro Doyharcabal, comerciante de origen vasco-francés establecido en Cholchol el año 1893, quien obtuvo y agrupó durante más de treinta años diversas e invaluables piezas de platería mapuche, entre otras tipologías, conjunto que en 1946 fue adquirido por la Universidad de Chile, para ser incorporado al MAPA.
Historia del objeto
Los enjaezados de plata son piezas de uso masculino relevantes en la tradición de la platería mapuche. A diferencia de las mujeres, los hombres raramente portaban prendas de plata sobre sí, en cambio, “ponían su orgullo en el arreglo de sus cabalgaduras” (Coña, 1936, p. 125). En este grupo de prendas se pueden encontrar: espuelas, estribos, adornos de plata en las aciones, cabezadas con colgantes de plata, incrustaciones de plata en las barbadas, riendas targeadas de plata o con discos, bocados con discos de plata (Coña, 1936; Joseph, 1928), rebenque o taleros recubiertos por una lámina de plata delgada y repujada (Guevara en Inostroza et al., 1986).
Los orígenes de estas piezas están asociados a la incorporación y adopción del caballo por el pueblo mapuche que habría iniciado a comienzos del siglo XVII (Morris, 1997). El rütrafe Juan Painecura señala, en este sentido, que el enjaezamiento que los españoles realizaban para la guerra y actividades sociales habría influenciado la creación de platería ecuestre (2011).
Las primeras prendas de montar fueron espuelas y estribos que los mapuche obtuvieron de encuentros con españoles, mientras que las cabezadas y las bridas de plata se trataron de introducciones más recientes (Guevara en Inostroza et al., 1986). También, la bibliografía indica que los plateros desarrollaron su propio estilo, al margen de la tradición hispana, basado en criterios estéticos indígenas que se apreciaban en la tosquedad, la ausencia de terminaciones finas y la rudeza en la ejecución (Smith en Morris, 1997). Cabe mencionar que estas últimas observaciones contrastan con las características de las piezas ecuestres que componen la colección.
La escasez de estas prendas respondería a su elevado costo, lo cual se vincula al estatus político y riqueza económica que se asocia a quien porta estas piezas, hecho recalcado de forma transversal por todos los investigadores sobre esta temática. Se menciona que son los caciques los que mostraban sus ajuares de jinetes, incluso rivalizando entre ellos (Reccius, 1983). Sobre la dimensión sociopolítica de estas piezas, Juan Painecura comenta que estas joyas “están confeccionadas a base de la estratificación de los logko y los ülmeh (lofche, rewe y ayjarewe)” (Painecura, 2011, p. 38).
El uso de estas piezas se registra en rituales funerarios. El viajero alemán Paul Treutler relató que, en el entierro de un cacique, los invitados hombres llegaron con cabalgaduras adornadas con cabezadas, frenos y estriberas de plata (en Flores, 2013). El longko Pascual Coña entregó un testimonio en la misma línea, señalando que: “En vísperas del velorio se junta toda la gente de la parcialidad del finado. Unos cuantos hombres toman sus mejores caballos para ejecutar la ceremonia del ashnel, los ensillan usando monturas adornadas de plata en la cabezada, el bocado, las riendas y los estribos con sus colgantes plateados” (Coña, 1936, p. 406). Sin embargo, también señaló que engalaban a sus caballos cuando se dirigían a reuniones festivas (Coña, 1936, p. 125).
Las cabezadas aparecen en los textos de Félix Augusta (1916) y Pascual Coña (1936) con el nombre de kafishatu, nombre que hemos decidido mantener por la calidad de testimonios históricos de ambas fuentes, primaria en el segundo caso, y porque recogen denominaciones en el ocaso de la producción y uso de la platería mapuche a raíz de la situación colonial.
Las cabezadas poseen “forros longitudinales, remaches y hebillas de plata maciza, eslabones de unión formados por patas y cabezas de caballo artísticamente estilizadas” (Joseph, 1928, p. 158). Éstas se empleaban para “evitar la pérdida o desvío de los frenos” (Reccius, 1983, p. 30). Sus decoración era similar a las riendas, con anillos y discos de plata dispuestos a intervalos, aunque se complementaban con un adorno entre ambas orejas que consistían en cadenas con o sin colgajos y otros elementos. También podían llevar rosetones con o sin decoraciones incisas (Reccius, 1983).
De acuerdo al rütrafe Juan Painecura, el uso de cabezales y riendas de los caballos se debe a la influencia de la platería puelche. Estas piezas, al igual que los cuchillos y las dagas, habrían sido replicadas por los rütrafe del Gulumapu (2011, p. 28).
Hacia fines de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX emerge un importante mercado de objetos indígenas, impulsado por comerciantes y coleccionistas que pudieron acopiar grandes volúmenes de piezas, especialmente de plata, a causa del empobrecimiento del pueblo mapuche por el asedio del Estado chileno en el periodo post-ocupacional de la Araucanía, y el contexto de las reducciones.
Los enjaezados de las cabalgaduras, al igual que las otras prendas de plata, se vieron fuertemente afectados por esta situación colonial debido a que, como se mencionó, su uso se asociaba a la ostentación económica y poder político (Painecura, 2011). Pese a dichas dificultades, el coleccionista Raúl Morris señaló que se conservaba la tradición de engalanar con plata la brida de los caballos hacia 1990, utilizando piezas que fueron heredadas y conservadas por las familias. Agregó que, de todas formas, se trata de una minoría pues una gran cantidad de prendas de uso ecuestre se perdieron o fueron vendidas o empeñadas (1992).
Los orígenes de estas piezas están asociados a la incorporación y adopción del caballo por el pueblo mapuche que habría iniciado a comienzos del siglo XVII (Morris, 1997). El rütrafe Juan Painecura señala, en este sentido, que el enjaezamiento que los españoles realizaban para la guerra y actividades sociales habría influenciado la creación de platería ecuestre (2011).
Las primeras prendas de montar fueron espuelas y estribos que los mapuche obtuvieron de encuentros con españoles, mientras que las cabezadas y las bridas de plata se trataron de introducciones más recientes (Guevara en Inostroza et al., 1986). También, la bibliografía indica que los plateros desarrollaron su propio estilo, al margen de la tradición hispana, basado en criterios estéticos indígenas que se apreciaban en la tosquedad, la ausencia de terminaciones finas y la rudeza en la ejecución (Smith en Morris, 1997). Cabe mencionar que estas últimas observaciones contrastan con las características de las piezas ecuestres que componen la colección.
La escasez de estas prendas respondería a su elevado costo, lo cual se vincula al estatus político y riqueza económica que se asocia a quien porta estas piezas, hecho recalcado de forma transversal por todos los investigadores sobre esta temática. Se menciona que son los caciques los que mostraban sus ajuares de jinetes, incluso rivalizando entre ellos (Reccius, 1983). Sobre la dimensión sociopolítica de estas piezas, Juan Painecura comenta que estas joyas “están confeccionadas a base de la estratificación de los logko y los ülmeh (lofche, rewe y ayjarewe)” (Painecura, 2011, p. 38).
El uso de estas piezas se registra en rituales funerarios. El viajero alemán Paul Treutler relató que, en el entierro de un cacique, los invitados hombres llegaron con cabalgaduras adornadas con cabezadas, frenos y estriberas de plata (en Flores, 2013). El longko Pascual Coña entregó un testimonio en la misma línea, señalando que: “En vísperas del velorio se junta toda la gente de la parcialidad del finado. Unos cuantos hombres toman sus mejores caballos para ejecutar la ceremonia del ashnel, los ensillan usando monturas adornadas de plata en la cabezada, el bocado, las riendas y los estribos con sus colgantes plateados” (Coña, 1936, p. 406). Sin embargo, también señaló que engalaban a sus caballos cuando se dirigían a reuniones festivas (Coña, 1936, p. 125).
Las cabezadas aparecen en los textos de Félix Augusta (1916) y Pascual Coña (1936) con el nombre de kafishatu, nombre que hemos decidido mantener por la calidad de testimonios históricos de ambas fuentes, primaria en el segundo caso, y porque recogen denominaciones en el ocaso de la producción y uso de la platería mapuche a raíz de la situación colonial.
Las cabezadas poseen “forros longitudinales, remaches y hebillas de plata maciza, eslabones de unión formados por patas y cabezas de caballo artísticamente estilizadas” (Joseph, 1928, p. 158). Éstas se empleaban para “evitar la pérdida o desvío de los frenos” (Reccius, 1983, p. 30). Sus decoración era similar a las riendas, con anillos y discos de plata dispuestos a intervalos, aunque se complementaban con un adorno entre ambas orejas que consistían en cadenas con o sin colgajos y otros elementos. También podían llevar rosetones con o sin decoraciones incisas (Reccius, 1983).
De acuerdo al rütrafe Juan Painecura, el uso de cabezales y riendas de los caballos se debe a la influencia de la platería puelche. Estas piezas, al igual que los cuchillos y las dagas, habrían sido replicadas por los rütrafe del Gulumapu (2011, p. 28).
Hacia fines de la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX emerge un importante mercado de objetos indígenas, impulsado por comerciantes y coleccionistas que pudieron acopiar grandes volúmenes de piezas, especialmente de plata, a causa del empobrecimiento del pueblo mapuche por el asedio del Estado chileno en el periodo post-ocupacional de la Araucanía, y el contexto de las reducciones.
Los enjaezados de las cabalgaduras, al igual que las otras prendas de plata, se vieron fuertemente afectados por esta situación colonial debido a que, como se mencionó, su uso se asociaba a la ostentación económica y poder político (Painecura, 2011). Pese a dichas dificultades, el coleccionista Raúl Morris señaló que se conservaba la tradición de engalanar con plata la brida de los caballos hacia 1990, utilizando piezas que fueron heredadas y conservadas por las familias. Agregó que, de todas formas, se trata de una minoría pues una gran cantidad de prendas de uso ecuestre se perdieron o fueron vendidas o empeñadas (1992).
Área cultural primer nivel
Chile
Área cultural segundo nivel
Centro-Sur
Cultura originaria
Mapuche
Gestión
Adquisición
Forma de ingreso
Compra
Procedencia
Pedro Doyharcabal
Fecha de ingreso
1946
Registradores
Felipe Ignacio Quijada Aravena, 2021-08-31