Vieja

Celia Castro para 1889 debió acompañar a su maestro Pedro Lira en la preparación y organización de la sección chilena en la Exposición Internacional en Europa. Para dicha ocasión, la artista presentó tres obras; Vieja, La poda y Muchacha Dormida. La obra del Museo Nacional de Bellas Artes ha sido leída desde su fervor patético, señala Antonio Romera que “La escrutación de lo anímico esta llevada al extremo. Los valores plásticos están supeditados a lo expresivo y psicológico" (ROMERA_Historia de la pintura chilena_1951, página 108), sin duda, la vieja, expresiva y psicológicamente tiene una fuerza identitaria radical. Las manos envejecidas y lánguidas, los ropajes grises envolventes cubriendo el cuerpo plenamente, aquel físico que pierde su énfasis estético y su efectividad móvil, el peinado sencillo con canas contorneando el rostro y, por sobre todo, el cuerpo tornado, girado, ido hacia otro punto de atracción, señalan una despreocupación con el retrato mismo y una banalización del acto representacional, a la vez que captura una actitud muy propia de la etapa senil.